lunes, 20 de abril de 2015

Ready Player One

El director Steven Spielberg está actualmente rodando "Ready Player One", una película de ciencia ficción distópica basada en la novela homónima de Ernest Cline.




Yo leí la novela hace un tiempo y os la recomiendo, sobre todo a los que como yo pasamos de los cuarenta y vivimos los años ochenta en plena adolescencia, apasionados de los videojuegos (Pacman, Invaders, Ghost'n'Goblins...)

La novela nos presenta un futuro en el que por un lado es tan alta la contaminación y la degradación ambiental, y por otro es tan alto el nivel de computación y realismo en los videojuegos, que se ha llegado al extremo de vivir permanentemente conectados a una realidad virtual las 24 horas del día.

 

El protagonista es un chico joven, y una de las cosas que más me impresionaron de la novela fue su escolaridad. El autor de la novela no duda en presentarnos un escenario en el que las condiciones de convivencia en las escuelas e institutos se han degradado a tal extremo que la escolarización es también estrictamente virtual. Los conflictos en el aula, en los pasillos, en el patio... todo pierde sentido si estás en un entorno puramente virtual como aquel de "Second Life". (además los costes del aprendizaje, al no tener que mantener los edificios, las aulas, las calefacciones... se reducen al mínimo)

Se habla tanto de la virtualización del aprendizaje y tan poco de su otro extremo: la presenciabilidad en los institutos y escuelas.  Porque los institutos y escuelas son los ¿únicos?¿últimos? lugares sociales en los que la convivencia es intensa.

A medida que el centro de gravedad de la enseñanza-aprendizaje se desplaza a Internet nos tendremos que plantear el sentido de tener a todos nuestros jóvenes metidos tantísimas horas en las aulas, sentados en los pupitres, sin la menor distinción por sus condicionamientos o capacidades. ¿es lo único que la sociedad puede ofrecer a nuestros jóvenes?

Hace unas horas un alumno de trece años en un instituto de Barcelona ha matado a un profesor con una ballesta, después de herir con un cuchillo a una compañera y de disparar con una pistola de balines a su profesora.


En estos momentos toda la columna jerárquica, desde el profesor fallecido que abrió la puerta del aula hasta lo más alto, hasta la consellera d'educació Irene Rigau intentarán justificar su puesto, delimitar su parte de responsabilidad, qué falló (en los "otros", claro): aquel papel burocrático no se rellenó, aquella entrevista con el asistente social que se tendría que haber hecho pero que no se hizo, la dirección del centro al no actuar al tener constancia de tal o cual hecho significativo en la conducta del alumno... Y al final las responsabilidades quedarán dispersas, diluidas en una conveniente niebla negra de pequeñas acciones y omisiones sin un responsable claro, que se irá difuminando con el tiempo como el chapapote de los petroleros naufragados. Y un sinfín de estadísticas que dejarán claro que nuestras aulas son seguras. Todo muy aséptico, muy virtual. Igual de virtual que lo que debió vivir el alumno dentro de su cabeza enferma con su pistola, su puñal y su ballesta.

Nada de todo esto importa una mierda. Lo único importante ha fallecido. 

Game Over 
Player One

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