domingo, 14 de enero de 2018

Principios de Antididáctica: La sensación de libertad que siente el esclavo que huye

Un amable lector del bloc “Antididáctica” me escribió hace unas semanas el siguiente comentario:

“Creo que mezclas cosas y se te ve la orientación política. Habla de didáctica y antididáctica, que parece interesante, y no metas la cuña unionista. Hablemos de educación...”

“Crec que barreges coses i se’t veu la orientació política. Parla de didàctica i antididáctica, que sembla interessant, i no hi posis la falca unionista. Parlem d’educació...”

Mucho me temo que este lector me pide, por su tono tal vez diría que me exige, algo que no le podré dar. Intentaré explicarme.

La antididáctica es liberación. Este bloc mío es un testimonio personal de liberación. Concretamente de la liberación que supuso para mí, después de muchos años de devoto y ferviente creyente en eso llamado pedagogía o didáctica, llegar a la conclusión de que todo es mentira. Toda la supuesta “ciencia” de la didáctica y la pedagogía es un enorme embuste que sólo produce frustración. Es la peor y más peligrosa de todas las pseudociencias. La pedagogía pretende guiar al estudiante en su camino al  conocimiento, pretende enseñar al profesor caminos y atajos para llegar al conocimiento, pero lo único que consigue es crear un bosque aún más grande y espeso con sus propios conceptos, en el que todos nosotros nos sentimos aún más perdidos que antes.
Cuando compras pedagogía compras un mapa de carreteras por un euro, pero que al abrirlo te exige comprar la guía para entender el mapa por diez. Y si al menos acabara aquí la broma, pero es que la guía resulta ser un galimatías indescifrable...

En la naturaleza hay flores. Y las flores son bellas. Y están para que las contemplemos, para que las estudiemos, para disfrutar de ellas. Y resulta que las flores para crecer necesitan abono. Pero las flores son flores y el abono es mierda. No es lo mismo. En la cultura encontramos infinidad de cosas hermosas en que fijarnos, que valen la pena estudiar, y sin embargo hemos acabado todos enfangados y chapoteando en la mierda pedagógica.

Dicho esto, vale la pena hacer la siguiente puntualización. En el mundo de la pedagogía encontramos los casos de fraude más escandalosos imaginables, y los individuos más miserables, pero no todas las pedagogías son un fraude. Dentro de la pedagogía se suele trazar un eje “Pedagogía clásica” vs. “Nueva Pedagogía”, y en este eje la antididáctica siempre estará a favor de la primera porque es honesta, es la que se atreve (¡que osadía!) a decir la verdad: que no hay camino ni atajo al conocimiento, que sólo se llega al conocimiento mediante el esfuerzo, la constancia y la disciplina personal, “caminante no hay camino...”. Entre los defensores de la “pedagogía clásica” encontramos personas honradas como Alberto Royo, profesores que saben lo que es estudiar porque han estudiado, que no se cansan de denunciar las trampas de la “Nueva pedagogía”, mientras que en la “nueva pedagogía” encontramos “expertos” como César Bona o Eduard Vallory, iluminados, titireteros, charlatanes que afirman saber qué es estudiar porque “lo” han estudiado.

Pero la antididáctica no es esto. La antididáctica es la liberación de todo esto. Es el negro que un día decidió no cortar más leña para el amo blanco, y con el hacha rompió la cadena. Y corrió hacia el bosque, libre. Eso es la antididáctica. La sensación de libertad que sentía aquel negro huyendo en aquel  bosque de Luisiana. Pero ese negro no irá muy lejos. Porque el sheriff de Wichita reunirá a sus secuaces y sacará los perros en su búsqueda, y lo atraparán. Por muchas películas de Hollywood que haya visto aquel negro, por muchos riachuelos en los que se meta para evitar ser olido por los perros, por mucho que corra, al final lo atraparán. Y será colgado de un palo bien alto. Ese cheriff es el nacionalismo.



La cadena pedagógica que nos esclaviza tiene su equivalente político en la cadena aún más fuerte, aún más dura del nacionalismo. Los profesores que desde hace años denunciábamos la corrupción educativa de la “nueva pedagogía” en realidad anticipábamos sin saberlo la corrupción nacional en la que se encuentra la España actual, corroída por el nacionalismo.

Qué quieres que te diga. La misma nausea, la misma repugnancia que siento por la “nueva pedagogía” es la misma que siento por el nacionalismo, en particular por el "procés sobiranista" que vive Catalunya en estos momentos. Son el mismo crecepelo milagroso del camino fácil, sin esfuerzo, sin sacrificio.

El teorema más importante de la geometría, el Teorema de Tales, dice que las proporciones se corresponden por paralelismo. Podemos trazar un paralelismo entre la educación y la política, con el que deducir que la “nueva educación” es al aprendizaje lo que el nacionalismo es al patriotismo. La “nueva educación” es la corrupción de la experiencia del aprendizaje lo mismo que el nacionalismo es la corrupción del espíritu patriótico. La “nueva educación” y el nacionalismo son lo mismo, son la misma mierda, que se necesitan y se potencian la una a la otra, y que se combaten con la misma arma: La cultura, leer libros, "rechazar los intermediarios", los salvapatrias, se llamen Eduard Vallory o Puigdemont. Es más, especulo con la idea de que la pedagogía es un producto del nacionalismo.

Con el "procés" me pasa lo mismo que con la "Nueva educación": Simplemente no me las creo, no las trago. No sé si me explico.

Si un esclavo huye de su amo y se refugia contigo, no lo devuelvas a su amo.
Deuteronomio 23:15

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