miércoles, 4 de abril de 2018

Nuevo periodismo y destrucción del conocimiento

El periodismo tiene un papel fundamental en el proceso de degradación y destrucción del conocimiento. En un mundo dominado por las FakeNews, la realidad se entiende como algo incómodo, una rémora del pasado. Lo moderno es crear realidades a gusto del lector.

Si uno puede aguantar la náusea que produce, que es mucha, vale la pena leer el artículo "La enseñanza que castra la creatividad" que, con el valor añadido de estar escrito por todo un catedrático de periodismo, es una magnífica carta de presentación de lo que será el periodismo del futuro como creadores de realidades a gusto del consumidor. Os dejo algunas perlas:

"[...]Hace unos meses este periódico publicó un reportaje sobre si los universitarios españoles cometen más errores ortográficos. No estoy seguro de que sea relevante. Los procesadores de texto corrigen las faltas. [...]"

(insisto, esto lo escribe todo un catedrático de periodismo de la Universidad Carlos III)

"[...]En un mundo cambiante, las universidades no deben ser selectivas, sino inclusivas.[...] La universidad española puede ser criticable pero, en mi opinión, tiene una ventaja: no es selectiva."

[...]En las oposiciones de maestros se valora más conocer las implicaciones sociales de los cuentos (erudición) que crear un relato propio.[...]

En el nuevo periodismo, la clave está en "crear un relato propio". No en el analizar e interpretar "la realidad", no, porque ya no existe eso llamado "la realidad". La realidad la construye el periodista, al gusto de sus clientes-lectores, consumidores de dosis diarias de SUS realidades. Y naturalmente, el principal requisito para desculturalizar la sociedad será exigir un gran nivel de incultura a los periodistas.

Lo que más me horroriza de este artículo es lo mucho que se aproxima a los planteamientos de la novela "1984", de George Orwell.

En el artículo leemos "[...]Todo lo que enseñamos ahora lo hará mejor la Inteligencia Artificial en unos años: desde escribir sin errores hasta estudiar historias clínicas para, a través de análisis químico-físicos, detectar enfermedades. Un algoritmo lo resolverá mejor. No se aprende a crear -arte, ideas nuevas- que es la única manera que tenemos, de momento, de competir con robots inteligentes que dominarán pronto. Un ordenador ya mejora la sintaxis de un texto; incluso redacta un comentario de texto tipo selectividad, pero aún se tardará para que pueda crear ideas originales.[...]"

Las "máquinas de redactar" ya aparecían en la novela de Orwell:  "[...]Julia tenía veintiséis años. Vivía en una especie de hotel con otras treinta muchachas («¡Siempre el hedor de las mujeres! ¡Cómo las odio!», comentó; y trabajaba, como él había adivinado, en las máquinas que fabricaban novelas en el departamento dedicado a ello. Le distraía su trabajo, que consistía principalmente en manejar un motor eléctrico poderoso, pero lleno de resabios. No era una mujer muy lista - según su propio juicio -, pero manejaba hábilmente las máquinas. Sabía todo el procedimiento para fabricar una novela, desde las directrices generales del Comité Inventor hasta los toques finales que daba la Brigada de Repaso[...]"

En general, el desprestigio del lenguaje que promociona el autor del artículo es la destrucción del lenguaje que encontramos perfectamente descrita en "1984":

[...]¿No sabes que la neolengua es el único idioma del mundo cuyo vocabulario disminuye cada día? Winston no lo sabía, naturalmente sonrió - creía hacerlo agradablemente - porque no se fiaba de hablar. Syme comió otro bocado del pan negro, lo masticó un poco y siguió:
- ¿No ves que la finalidad de la neolengua es limitar el alcance del pensamiento, estrechar el radio de acción de la mente? Al final, acabamos haciendo imposible todo crimen del pensamiento.
[...]

[...]Le estamos dando al idioma su forma final, la forma que tendrá cuando nadie hable más que neolengua. Cuando terminemos nuestra labor, tendréis que empezar a aprenderlo de nuevo. Creerás, seguramente, que nuestro principal trabajo consiste en inventar nuevas palabras. Nada de eso. Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras cada día. Estamos podando el idioma para dejarlo en los huesos.[...]

[...]La destrucción de las palabras es algo de gran hermosura. Por supuesto, las principales víctimas son los verbos y los adjetivos, pero también hay centenares de nombres de los que puede uno prescindir. No se trata sólo de los sinónimos. También los antónimos. En realidad ¿qué justificación tiene el empleo de una palabra sólo porque sea lo contrario de otra? Toda palabra contiene en sí misma su contraria. Por ejemplo, tenemos «bueno». Si tienes una palabra como «bueno», ¿qué necesidad hay de la contraria, «malo»? Nobueno sirve exactamente igual, mejor todavía, porque es la palabra exactamente contraria a «bueno» y la otra no.[...]

Incluso el autor del artículo especifica que este proceso no afecta a las ciencias, a las matemáticas: [...]Esto no pasa tanto en ciencias o ingenierías. Ninguna familia discute ecuaciones diferenciales en el desayuno. Las matemáticas es un talento que no depende tanto de la cultura del entorno.[...].

¡Ah! Aquí la realidad, la puñetera realidad es terca y obstinada, para construir una "tablet" o un televisor de plasma no basta con creatividad, se necesitan conocimientos técnicos, precisos, realidades que no necesariamente se adaptan a nuestros deseos... Pero sólo para hacer cosas como teléfonos móviles y coches híbridos. En "1984" ya se tenía en cuenta este hecho, y la neolengua reserva un apartado, el "vocabulario C", para preservar las palabras técnicas necesarias para la ciencia y la técnica: "Vocabulario C: compuesto exclusivamente de palabras científicas y técnicas, pero redefinidas de manera que estuvieran desprovistas de significados 'potencialmente peligrosos'" (de la wikipedia)

El autor del artículo, en su infinita majadería, llega a postular la existencia de una clase social dominante, un "estrato alto", a los que podríamos llamar "los cultos", que además se perpetúan en el poder inculcando la cultura en sus hijos. "[...]La ventaja de la creatividad es que no conoce clases sociales. Los hijos de grandes escritores, artistas o científicos poseen cultura (es algo que las élites pueden comprar) pero no heredan su creatividad. Insistir en la ortografía perpetúa la separación de clases. Solo los estratos altos (ojo, no en lo económico sino en lo cultural; pues, a estos efectos, es más clase alta el hijo de humildes maestros que de constructores millonarios pero sin estudios) manejan un vocabulario rico y hábitos de lectura. Eso no los hace más creativos, ni más listos (Amancio Ortega no tiene titulo universitario pero tiene una gran creatividad empresarial); sino más cultos.[...]"

Inútil es insistir que las élites no pueden comprar cultura, podrán comprar bibliotecas enteras, o pianos de cola, pero no pueden comprar cultura. Toda la diarrea mental de este sujeto la deja sintetizada en una frase definitiva: "Insistir en la ortografía perpetúa la separación de clases". Hay que tener cuajo.


3 comentarios:

  1. Gerard, después de leer tu artículo y sentir cómo subía mi presión arterial ante semejantes "perlas" entresacadas del artículo del catedrático, he sufrido un "shock" cuando voy al original y veo quién es el autor. Carlos Elías tiene escrito un libro titulado "La razón estrangulada" que es la antítesis del artículo "La enseñanza que castra la creatividad". No lo entiendo. De todos los posibles autores de ese texto al que te refieres nunca habría imaginado a Carlos Elías. Misterios de la ciencia o de la pseudociencia. Ay, la posverdad, qué daño está haciendo.
    Un saludo de Pilar.

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  2. El artículo es gravísimo, porque lo escribe un catedrático de universidad, pese a todo superficial e ignorante, que habla de lo que no sabe y expresa ideas tóxicas muy peligrosas, próximas a la secta pedagógica. Los presupuestos de su estupidez son estridentes. Como ya existe Wikipedia, para qué memorizar. Ni la peor parodia de estos mandamases pedabobos podría haber superado tamaña memez. Lo peor, que se lo publican en EL MUNDO y que este vomitivo texto es un exponente de lo que piensa la clase dirigente en España. Bazofia.

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  3. Es verdad que la creatividad no se hereda (tampoco la cultura), sino que surge a base de copiar, transformar y combinar lo que aprendemos (estudiando, observando la realidad, experimentando...). Por tanto, primero hay que aprender, luego podremos ser creativos con lo aprendido. De ahí lo de: "Primero aprende las reglas, luego rompe algunas"; es decir, primero demuestra que sabes cómo se escribe, luego ya podrás cuestionar la ortografía. No es creativo quien comete errores ortográficos porque ignora la ortografía, por la misma razón que no se puede ser heterodoxo sin conocer la ortodoxia.

    La ortografía no perpetúa la separación de clases. Al revés: permite al estudiante pobre pero aplicado desbancar al rico pero vago, en condiciones de meritocracia. Si se quita mérito a escribir siguiendo las reglas de ortografía, los analfabetos de clase alta están a salvo. ¿Se trataba de eso?

    Otra cosa es que las buenas ideas no deban ser desechadas solo porque se hayan expresado con faltas ortográficas. Está claro que importa más el fondo que la forma, pero que por ello la forma sea irrelevante es un non sequitur.

    ¿Qué sentido tiene programar IA que escriba sin errores y mejor que los humanos si a éstos ya les importa un carajo la ortografía?

    El proceso sí afecta a las ciencias e ingenierías. Las calculadoras y el Excel se ocupan de ello.

    Por cierto, qué obsesión con la creatividad. La presentan como un don mágico, cuando por ejemplo Jonathan Lethem ya advirtió (en su The ecstasy of the influence) que hay menos originalidad de lo que nos gustaría admitir. También Kirby Ferguson en su documental Everything is a Remix.

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